Créanme que si hubiesen más hijos con tal actitud de imponencia, todo se minimizaría significativamente en cuanto a gusto e intereses raros.

Ahora bien, desde siempre han existido los grupos sociales pero el problema no radica en pertenecer en éstos sino en las consecuencias negativas que puedan traer consigo. Por ejemplo, es inconsebible que un/una adolescente de la noche a la mañana te sorprenda con que ya no le gusta el otro género, sino que ahora se inclina por ser bisexual, pansexual u otra orientación de esas que salen todos los días; desde que pertenece a un grupo de amistades equis que no se sabe de dónde salió.

Es inconcebible que tu hija/hijo después de que escuchaba música de la buena (llámese salsa, pop, que se yo...), pasó a escuchar Bad Bunny o un tal Fersho, adoptando en un abrir y cerrar "de oídos" un estilo auditivo denigrante en letra y composición, sólo porque sus compañeros también lo hacen. Y esto es sólo una muestra de tan infinitos casos que abundan en nuestros hijos, todo por el "chichón" de copiar e imitar para no quedarse detrás de las ambulancia.

A los padres siempre nos ha tocado fuerte desde el día uno en que decidimos traer al mundo a nuestros retoños, pero no desesperemos que mientras más pasen los años se verán cosas peores tal como sugiere la Biblia. La tecnología va mil pasos delante de nosotros y contra eso es muy difícil lidiar, y mientras se apodere de la sociedad más cambios habrá para peor quedándonos como progenitores en prehistoria, por así decirlo.

Ojalá nuestros hijos entendieran que ser único los hace mejores personas y que el parecerse al resto es, por lo general, copiar patrones constantes de mediocridad en un futuro.

¡Pobres de nuestros posibles nietos, bisnietos y esa generación venidera!

Lic. Mary Gil, CNP 20.589

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